Cuéntame la historia de tus ojos.
Y de tus manos.
Déjame caminar tus pasos.
Quiero enredarme en tus sueños.
Abrirte mi cama, y mis labios.
Desnudar el secreto del silencio.
Húmedo naufragio hasta tu boca.
Para que me des un nombre nuevo.
Desde las letras verdaderas, que se acercan a tu ventana.
Y estallan sus colores.
A veces soy como un ave, cansada de su vuelo.
Estoy agitada, desplumada, y mis sonidos
Son graznidos feos.
Tengo un pico torcido, una cabeza pequeña.
Unas patas largas y flacas, que apenas si saltan piedritas pequeñas.
No sé, hacer nidos.
Ni sé, aterrizar con destreza,
Solo caigo torpemente, en los brazos tibios que me de la noche.
Cuando mi mirada, este en esa húmeda procesión de tristezas.
Pero tú cuéntame, ahora que estoy callada.
Que mis sonidos torpes no molestan al viento.
Ahora que no me complico con palabras ni argumentos.
Cuéntame el secreto de la luna.
Dormida en la rama.
Y el secreto del sol, de tu ventana.
Y el secreto de mi alma sobre tu boca.
Cuéntame sobre los dragones de fuego.
Sobre los grillos azules de los cuentos.
Cuéntame sobre la muisca que reviven las hadas.
Que las despega de los libros donde habían muerto.
Llama al caballero de la noche, y al caballero del día.
Llama al gran señor de los mares, de los ríos, de los lagos y de las colinas.
Cuéntale historias, de árboles encantados,
De piratas que han perdido sus barcos, pero encontraron todos los tesoros en la orilla.
Cuéntale a mis dedos,
Otra forma de tibieza.
De abrazo en la distancia.
De sonrisa colorida.
Cuéntame un silencio.
Desde tus ojos cerrados.
Déjame oír la música de tu sueño.
Ser un río para el pez de tus miradas.
Ser liquida.
Y cuéntame, sobre las campanas de las torres lejanas.
Que marcan las horas de los juegos de los niños.
Y sobre el gato que pasea en los tejados,
Destejiendo maullidos.
Abrázame en un verbo.
Para que me refugie de tu pecho.
Solo por una vez mi descanso tendrá un nido.
Con todo amor, amiga, sepa que sus palabras abren las almas, que no hay “no” que cierre el camino a sus palabras.
ResponderEliminar… Y un buen verbo podría ser “sentir”... “sentir” que hay tesoros en la orilla.
Por muchos nidos y descansos. Que llegue siempre lo mejor...
Con la salvedad de que no hay graznidos feos, cuando te he visto sortear entre las esferas y alcanzar aquello que no es dado contemplar, mas que a unos cuantos, y luego ese aterrizar de nube, de ala de paloma, que se va dibujando sobre el estanque sin despertarlo, cuando pides un verbo que se me ocurre imposible porque el verbo no se puede distender para abrazarte como esas ramas del arbol que te tienen en vilo, y apresan esa noche que se desliza, entre la fuente y tu, magica. Cantas.
ResponderEliminarDe casualidad llegué aquí, un blog hermoso y de poesía pura. Volveré con más tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Rosario