Voy a sacar cuentas a mitad de un sueño
A multiplicar las razones de mis alas atascadas en el cemento.
Voy a sacar cuentas.
A sumar, a multiplicar.
A fragmentar luego el resultado por cada variación sonora.
Por cada variación climática.
Y si mis sumas se restan a si mismas angustiadas.
Y si mis multiplicaciones no encuentran resultados lógicos.
O exactos.
Si al final de los signos en lugar de números aparecen letras.
O señales de transito.
Seria igual de inútil cualquier otro resultado.
Por que no me gustan las matemáticas a mitad de un sueño.
Ni a mitad de una calle conocida.
Ni en el borde de un labio que se descuida.
Ni en un mapa que se vence por el peso de los edificios que sostiene en sus esquinas.
Y no consigo cantar y contar y saltar baldosas.
Y cada idea mueva, desplaza ideas anteriores.
Aun a los recuerdos necesarios,
Como los nombres de las personas que me rodean.
Como las mascotas de la infancia.
Los amores de la escuela.
Ya muy poco tengo en mi cabeza.
Creo que tan solo sostengo un nido para el perfume del viento.
Un enredo de sueños.
Voy a restarle a mis días los fragmentos que pase en el trabajo.
Voy a restarle a mi día.
Los retos que recibí en el camino de regreso a mi casa
Cuando esperaba que un semáforo le de un guiño verde a mis pasos.
Voy a restarle, los saludos rutinarios.
Los problemas cotidianos.
Voy restar también a mi día, esa hora de silencio.
Y ese cuarto de hora de llanto.
Y esos diez minutos en la ventana.
Los diez minutos de la mañana.
Los diez minutos de la tarde.
Y los últimos cinco minutos antes de acostarme.
Voy a restar, la hora perdida en el techo de mi cuarto.
Y llego… a esto.
Unos minutos.
Un cordón de arena.
Un hilo de arena.
Un listón de arena.
Un puente de arena.
Un recuerdo.
Parpados que aletean un rostro.
Y un perfume.
Manos que buscan sobre los labios.
Un sabor de perfumes impregnados en el espacio oscuro.
De la penumbra en el umbral del sueño.
Y relajo mis piernas.
Y el hilo se vuele más delgado.
Alguno puntitos de arena brillan más temblorosos.
Y extiendo mis brazos.
Mis manos se vuelven aves que juegan en el aire.
Mis boca se entre abre al beso de la noche.
Y suspiro un gemido entrecortado del sueño.
Desciendo a mi cuerpo.
Me abandono de la cima de todos los techos de agua.
De espuma, de estrellas y de cemento.
Desciendo a mi cuerpo.
Mi pecho se abre.
Me recibe.
Suspiro un gemido nuevamente.
Parpadeo, despierto un instante.
Dos exhalaciones antes de dormir en mi cuerpo.
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