Tengo este frío recurrente.
Que le gusta abrazarse... desde mis piernas, hasta llegar a mi pecho.
Es un frío de diadema.
Frío de silencio.
Frío de abril que muere en los umbrales de los secretos.
Y mis sueños caen de mi frío.
Como si mis bolsillos para sueños estuvieran rotos.
Y al avanzar los voy perdiendo.
Si me detengo, los veo en el suelo.
Todos mis sueños.
Son espejos fragmentados de un mismo suspiro, de un mismo susurro de cielo.
Pero al avanzar, las sombras de las nubes.
Se miran en los espejos.
Y me oscurece los sueños.
Y cada sueño oscuro es una herida que se abraza a mi centro.
Cada sueño herido, es un nuevo frío.
Que llega mi pecho.
Redondo y hermoso, aun desde las cosas que tanto se lamentan, hermoso. Habrá que buscar lo que aleje del frio, habrá que soñar más… cada vez más. Soñar que los sueños al caer al suelo lo fertilizan, lo siembran, lo riegan, que pueden crecer hasta de los terrenos más estériles para ahuyentar el frio, cuando la sombra de las nubes no haya podido con su brillo.
ResponderEliminarPerdón… me deje ir. Pero es así… siempre más.