Caminaste tanto, que te alejaste de tus propios pasos.
Lloraste tanto que te convertiste en llanto.
Iluminaste tanto, que un día desapareciste perpendicular por la ventana.
Te desee tanto, que te di formas desde la sombra.
Y me hablaste con voz húmeda.
Y ahora…
Me acerco tanto que no te veo.
Lloro tanto que desaparezco liquida.
Beso tantas veces tu nombre.
Que me confundo entre sus letras.
Y mis labios se hacen alas de aire y desprenden su música.
Te busque tanto.
Que todos los mapas, tenían dibujitos de tu rostro.
Te abrase tanto que al separarme de tu cuerpo ya no estabas.
Estabas en mí y estabas tan lejos.
Hice mis manos como cortinas sobre tu rostro
Para quitarlas luego y que aparezcas.
Pero aun estas preguntando sobre la vida, el destino,
Y esas otras incertidumbres que te desvelan.
Te quiero tanto, que es mejor no decirlo.
Para que los jueces no me condenen por mi exceso.
Debería estar prohibido quererte así... tan repentinamente.
Alguien debería juzgarme por demente.
Por soñadora.
Y por ingenua.
Pero te quiero, de esta forma que solo saben querer las estrellas.
Que nos miran desde la altura y apenas con sus brillos nos retienen.
Unos instantes en el camino, unos instantes entre las ramas del árbol.
Unos instantes entre las pestañas que dibujan sombras
Sobre las mejillas húmedas.
Caminaste tanto.
Que el agua se convirtió en hielo.
Caminaste tanto que la nube se convirtió en puente.
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