Desde algún lugar, en el horizonte.
Las luces se convierten en aves.
Que desde su tibieza pueden armonizar el sonido en luz.
Y llegan a mi rostro, en sus plumajes claros.
Acariciando los contornos de mi perfil.
Y mis ojos no ven directamente.
Ni sombra ni luz.
Pero mis oídos perciben el susurro de alas
Que iluminadas desmayan en mi ventana.
Y desde ella se proyectan en reflejos hasta mí.
Y de mi suspiro.
Se libera nuevamente una esfera,
Esta vez azul.
Azul con un centro rojo, brillante intenso.
Parpadea a tal velocidad que no parece apagarse.
Mis ojos la miran flotar y desaparecer en el perfume de las alas de la luz.
Fuera de mi, el mundo persigue papeles, señales de móviles.
Tacones, y zapatos.
Fuera de mí el mundo es un cuento poblado de lugares comunes.
Y de tiendas de de plásticos.
Aquí, tan solo una planta de lavanda me hace compañía.
Me observa un poco confundida desde la ventana.
Se da cuenta que hoy tengo ideas de soprano.
Que el corazón de mis manos, se puso a escribir.
Que busco razones, hilos y flechas, para seguir andando.
Y que sin querer todos los días, intento morir.
Pero los mensajes de las piedritas que caen en los charcos
Me distraen con círculos de luz.
Pero los mensajes de las voces de los verdaderos labios.
Acuden al oído de la vida que hay en mí.
Y como si hablara con un espíritu que me conoce de todos mis pasados.
Y como si escuchara un espíritu que me conoce de mis futuros pasos.
Como si hubiera encontrado la verdadera levedad de mi ser, en ti.
Sonrío, con el silencio de las flores de los jardines de todos los cuentos.
Sonrío y perfumo el aire, que es la voz de mi aliento.
También a la luz del horizonte que llega hasta mi.
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